¿Qué es lo opuesto al amor?

Lo primero que se nos viene a la mente es que el opuesto del amor es el odio.

También oí decir que para Dios el opuesto al amor es el miedo y estas dos emociones – el amor y el miedo – serían las emociones básicas de los seres humanos.

Yo le creo a Dios.

Sin embargo cuando leí que el opuesto al amor era la indiferencia, me hizo todo el sentido.

La indiferencia es la ausencia de sentimientos o mejor dicho, la indiferencia oculta los sentimientos que una persona puede tener de otros. Por eso es que la indiferencia de quienes queremos, de quienes son parte de nuestra vida es tan dolorosa.

La indiferencia es cruel y arrogante. La indiferencia es la herramienta preferida de quienes le niegan a otro su calidad de persona, de ser humano. La indiferencia conduce a la insensibilidad, es la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico.

La indiferencia endurece psicológicamente, impide la identificación con los demás, frustra las potencialidades de afecto y compasión, acoraza el yo e invita al aislacionismo interior, por mucho que la persona en lo exterior resulte muy sociable o incluso simpática. Hay buen número de personas que impregnan sus relaciones de empatía y encanto y, empero, son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás. 

La indiferencia es a menudo una actitud neurótica, auto-defensiva, que atrinchera el yo de la persona por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado. muchas veces la indiferencia se ejerce en una actitud de prepotencia o arrogancia, en otras ocasiones se esconde en una actitud de modestia y humildad .

Quienes se obsesionan demasiado por su ego, los ególatras, se vuelven indiferente a lo demás y a los demás, al fijar toda su atención (libido, dirían los psicoanalistas más ortodoxos) en su propio yo.

Muchas veces la indiferencia sólo es una máscara tras la cual se oculta una persona muy sensible pero que se auto defiende por miedo al dolor o porque no ha visto satisfecha su necesidad de cariño o por muchas causas que la inducen, sea consciente o inconscientemente, a recurrir a esa autodefensa, de la misma manera que otras personas recurren a  la auto idealización o el perfeccionismo o el afán de demostrar su valía. 

Esta autodefensa que es la indiferencia se acrisola ya en la adolescencia, en muchos niños que recurrieron a la misma para su supervivencia psíquica, fuera por unas insanas relaciones con las figuras parentales o por su exceso de vulnerabilidad en la escuela y en el trato con sus compañeros o por otras muchas causas a veces no fáciles de hallar. Para ir superando este error básico que es la indiferencia, la persona tiene que abrirse e irse desplegando, aun a riesgo de sufrir, pero asumiendo todo ello como un saludable ejercicio para lograr su plenitud y no seguir mutilando sus mejores energías anímicas y afectivas.

 

“A veces, la indiferencia y la frialdad hacen más daño que una aversión declarada”.

De hecho, no hay nada más desconcertante y dañino que sentir un vacío emocional, sobre todo si este proviene de personas que nos resultan significativas. Tampoco es casualidad que la indiferencia emocional esté catalogada como una de las formas de violencia encubiertas y sea penalizada por la ley, sobre todo en el caso de la educación de los niños. Pero, ¿por qué la indiferencia es tan dañina?

¿Qué sucede cuándo somos víctimas de la indiferencia?

Abre una puerta al desconcierto. Por muy poco que esperemos de los demás, por muy bajas que sean nuestras expectativas siempre esperamos que las personas que nos rodean reaccionen de alguna forma ante nuestras necesidades y emociones. Por eso, cuando no obtenemos una respuesta, nos sentimos desconcertados e intranquilos. La inacción y la indiferencia nos afectan porque desestructuran nuestra manera de comprender el mundo y las relaciones sociales, lo cual nos genera incertidumbre y desasosiego. 

Aumenta la inseguridad personal.Cuando otra persona nos pasa por alto, dejamos de recibir una retroalimentación. Por tanto, no logramos comprender qué piensan de nosotros y tampoco sabemos cómo reaccionar. Debemos recordar que las relaciones interpersonales son como un refinado baile de movimientos en el cual nos vamos ajustando en dependencia de las respuestas del otro. Además, en la infancia, conformamos nuestra autoimagen en base a la imagen que los demás tienen de nosotros por lo que si solo obtenemos como respuesta la indiferencia, es probable que nos sintamos muy inseguros.

Provoca una baja autoestima.En realidad, la indiferencia no es una ausencia de respuesta, la indiferencia también transmite un mensaje y este nos indica que somos “demasiado poco” como para generar una reacción intensa en los demás. Obviamente, cuando esta situación se repite a lo largo de los años, suele repercutir en nuestra autoestima, haciendo que nos menospreciemos.

Incrementa el nivel de ansiedad.Tener que descifrar en todo momento lo que la otra persona siente o piensa es muy estresante. Es mucho más fácil saber que una persona reacciona de manera agresiva ante determinados comportamientos y que brinda afecto en ciertas circunstancias. La indiferencia nos obliga a buscar continuamente respuestas y ese proceso puede ser muy agotador, mucho más que lidiar con alguien permanentemente enfadado o deprimido.

Potencia la sensación de soledad. La indiferencia es el vacío por lo que no es extraño que provoque una profunda sensación de soledad, sobre todo si esta proviene de figuras que deberían profesarnos cariño, como pueden ser los padres, los hijos o la pareja. Y la soledad es el preludio de múltiples problemas, tanto a nivel psicológico como físico.

¿Cómo lidiar con la indiferencia?

No podemos obligar a las personas a que nos traten de una manera diversa y abandonen su actitud indiferente. Sin embargo, cuando se trata de alguien realmente importante y significativo para nosotros, podemos esforzarnos por conocerle mejor y poner en práctica comportamientos que hagan resonancia con su sistema emocional.

Aunque pareciera el más  difícil de tomar, el amor es un gran camino.

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Fuente: Ramiro Calle, Las zonas oscuras de tu mente
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com