Muchos habrán leído que en Singapur la delincuencia fue erradicada. No hay robos, no hay corrupción, no hay crimen.

Quienes son sorprendidos en este tipo de actos son condenados de inmediato a la pena de muerte. Esta medida del gobierno de Singapur ha demostrado ser eficaz casi en un 100% y en un tiempo récord. Hay algunos países o reinados que tienen como ley cortar la mano derecha de quien sea sorprendido robando. En esos países hay que tener espíritu de suicida para dedicarse al robo.

Existen al menos dos maneras de imponer o de instalar los valores humanos en la comunidad: La que reprime, como en Singapur,  y la que aprende como  lo han demostrados algunas comunidades a través de la historia..

Al contrario de la que se impone por la fuerza, la que se aprende es, hasta ahora, el método menos eficaz, al menos en nuestro país.  Las buenas palabras, las reprimendas, las leyes, las normas, los llamados de atención, los cursos de capacitación… no son suficientes para instalar los valores en el alma de las personas. Cada vez que desafiamos un valor deberíamos sentir al menos un dolorcillo, una alarma para prevenirnos y animarnos a concentrarnos en la senda del respeto y del amor. Y eso no sucede.

A pesar de todo lo decepcionado que usted (y yo) esté con lo que sucede en Chile, lo invito a intentar concentrarse en la posibilidad de que esto pueda cambiar – yo sé  que le parecerá un imposible pero… hagamos cuenta de que se puede, como cuando fuimos niños y “hacíamos cuenta” de cualquier sueño y lo veíamos como real.

Lo primero que deberíamos hacer como sociedad es:

  • Declarar como posible, que los valores humanos se pueden instalar en todos los seres humanos que forman parte de una comunidad con voluntad y respeto.
  • Declarar también que la única manera de que esto suceda es aprendiendo los valores humanos a través del ejemplo de los líderes. Todos los líderes.

Lo que  está pasando en nuestro Chile es que justamente quienes son nuestros líderes, nuestros referentes, nos han dado una enorme y triste decepción, al ser sorprendidos en actos de corrupción y usufructuando de la impunidad que les  brinda sus cargos. Abusando de la confianza que ellos nos inspiraban.

El cambio de actitud, el cambio de nuestra forma de observar este fenómeno pasa por un cambio de nuestras conversaciones. Un cambio que significa abrir una nueva posibilidad al entendimiento, a los acuerdos. Esto que parece una utopía, un imposible, es un desafío. No más que un desafío.

Hay muchos aprendizajes que contribuyen a instalar los valores humanos y ellos deberían estar presentes en la educación  y en la capacitación, para acercarnos, para conversar, para cuidarnos como país.

Mientras más grande vemos la tarea más pequeño es nuestro optimismo. La paciencia será  fundamental.

Este es un desafío que toma el tiempo que toma. Todo tiene su tiempo y recuperar la dignidad, recuperar la honradez, recuperar la confianza, merece todo el tiempo que se necesite, desde que la voluntad y la perseverancia  estén siempre trabajando para eso.

 

Jorge Olalla Mayor